Nuevos y buenos puertos

Si no nos aferramos
Si nos dejamos llevar
Si nos relajamos
Si enfrentamos lo que nos toca
Si acompañamos a los sucesos en su curso natural, sin querer tirar del lado opuesto de la realidad.
Si no apretamos los dientes
Si no cerramos las manos
Si nos amigamos con lo que vivimos
Si no nos desgastamos nadando a trasmano
Si elegimos mantener el fluir
Si nos convertimos en seres livianos
Si logramos soltar las obsesiones, los pensamientos recurrentes y abandonamos esas ganas que lo que no es sea
Si dejamos de ponerle a los Otros, lo que nosotros deseamos y lo Aceptamos tal cual es
Si nos Aceptamos, principalmente nosotros y después vemos que deseamos cambiar.
Si navegamos tranquilos, sin viento en la cara, sin olas que nos empujen hacia la costa, como echándonos del agua
Si sentimos placer en dejarnos ir, en dejarnos venir, en vivir, en reír y en hacer más fácil el desprenderse.
Pero, ahí esta el dolor, en el desprendimiento, en el querer seguir teniendo la misma edad, el mismo cuerpo, las mismas relaciones, los mismas casas, los mismos muebles. Eternamente.
Como si el cambio, nos desgarrará
Como si movernos, nos suicidará
Como si al abrir las manos, estas se quedarán vacías. Cuando en realidad, se volverán a llenar de cosas nuevas: de afectos a estrenar, de emociones envueltas en paquetes de regalo sin abrir.
Se volverán a llenar sin duda, pero ... aparece el Miedo, el Cuco, el Fantasma y comenzamos a temer y con el temor aparece el temblor, el escalofrío, la rigidez, y asi nos oponemos a la corriente. Tensos, duros, estáticos, rígidos.
Nademos a favor de la corriente, flotemos, hagamos la plancha, relajemos y permitámonos sentir el placer del vaivén del agua que nos acuna como niños y nos lleva seguramente a Nuevos y buenos puertos.